Fabiola

Fabiola Araya Canales (54) secretaria. Llegó a Iquique desde Monte Patria con 18 años buscando iniciar una nueva vida lejos del lugar que la vio crecer. Fue trabajadora de la Zona Franca de Iquique (Zofri) por más de 10 años, siendo testigo del inicio del fin de las épocas gloriosas de un lugar que hasta la fecha sustenta cientos de hogares y familias, principalmente de las comunas de Iquique y Alto Hospicio.
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“Aquí era. Manzana 1 Galpón 10”
Fabiola se alista para entrar a un local lleno de juguetes y plásticos hechos en China. “Este lugar antes era completamente distinto” afirma y da un paso. Desde ahí no hay vuelta atrás en la revisión de recuerdos que vamos armando entre las calles del sector amurallado de la Zofri y los módulos que recorrimos intentando juntar las piezas de varios capítulos de su vida.
Contratada como vendedora por migrantes chinos a los 20 años, pasando a ofrecer las últimas novedades en lentes, perfumes y juguetes en medio de otros módulos de electrodomésticos, afianza así su carrera como vendedora para luego pasar a ser jefa de módulo en una de las empresas más importantes de la Zofri en el fin de su auge a eso de los 80 e inicios de los 90.
“Llegué a la Zofri el año 86. Entré ganando 18 mil pesos, el sueldo mínimo en ese tiempo que me alcanzaba para pagar la locomoción, comprarme mis cosas y pagarle a la señora que nos vendía tecito y comida en los módulos. Alcanzaba para muy poco”.
Vamos caminando y en eso entramos al galpón 10, mientras vamos observando y curioseando entre el olor a plástico y objetos de colores incoherentes entre sí, entre eso, Fabiola recuerda: “Esto antes era completamente distinto. Acá estacionábamos los autos, había un ante jardín y una fuente de agua con peces. General Supply llegó a tener más o menos 450 empleados entre administrativos y de venta. Entre esas personas, conocí a tu papá”.
Salimos del local de vuelta a las calles vacías y desoladas entre los galpones deteriordos y agrega: “Antes todo esto era una locura. Había movimiento todo el día, todos los días. Recuerdo que se veía mucho boliviano. Inclusive, las mujeres bolivianas venían mucho a comprar, las recuerdo con sus trajes típicos, las guaguas atrás en la espalda y con dólares en las polleras. Eran muy mal atendidos y eran ellos quienes traían la plata”.
Quizás lo único común entre la Zofri de antes y la de ahora es que existen credenciales para sus trabajadores y controles para quien entra a los galpones, un universo en donde Iquique deja de ser Iquique y pasa a ser “otro país” siendo dimensionado como un territorio anexo, debido a que para realizar compras al por mayor es necesario elaborar documentos con SRF, los que en el comercio común no se realizan.
“Yo trabajaba en el módulo 36. Cuando se amplió la Zona Franca y crearon una segunda parte, me mandaron de jefa de módulo al 2062 que ahora ya no existe. En ese tiempo como era un espacio recién instalado, faltaban conexiones y yo tenía que venir a la parte antigua de la Zofri para llamar por teléfono y pedir las autorizaciones de crédito por los cheques y quién hacía eso era tu papá, que revisaba los antecedentes de los clientes”.
Luego de llevar dos meses en una dinámica de solicitar autorizaciones por teléfono, un día Fabiola tuvo que venir al área de contabilidad, encontrándose con Ricardo frente a frente, quien le dijo “¿Usted es la Fabiolita?” siendo esta la pregunta que da inicio al resto.
Vamos de vuelta para los módulos y vemos como los galpones que están más hacia el cerro no son recorridos por ninguna alma. De lo que Fabiola recuerda, tampoco queda mucho, más que el amor por Ricardo y yo, hija de ambos, quienes cruzaron caminos en la Zofri para terminar siendo los pilares de una familia que como muchas en Iquique, ve su historia encontrada producto de todo lo que la Zona Franca implica en sí misma.
“Yo pienso que el tiempo que trabajé aquí fue bueno para mi en lo material. Me permitió mejorar mi nivel de vida ya que llegué recién habiendo terminado de estudiar. Entré a trabajar en ventas ganando el sueldo mínimo y luego de tres o cuatro años llegué a ser jefa de módulo y pude tener mi auto, que era una necesidad y luego mi casa gracias al ‘Plan Especial del Trabajador’ del SERVIU”.
Ese plan funcionaba mediante la postulación de las empresas que conseguían cupos para que sus trabajadores accedieran a viviendas. A General Supply le dieron 15 cupos aprox y uno de ellos fue para Fabiola. Esas casas fueron las que formaron parte de las poblaciones Tarapacá I , II y III , que marcaron el paso de tomas de terreno a proyectos de vivienda en la comuna y además, el hogar que acogió a la familia Camilla-Araya durante 19 años, desde 1997 hasta inicios del 2016.
“En ese tiempo en Alto Hospicio era muy poca la gente que vivía ahí. Ya era mal mirado. inclusive de las personas a las que les dieron el cupo, algunos lo rechazaron porque encontraban que era muy lejos, que era feo o que no había nada... a mi eso no me importó porque yo lo único que quería era tener mi casa. Me daba lo mismo donde fuera mientras fuera mi casa”.
La casa en Chijo con los Tamarugos fue entregada el año 96. La mudanza fue el 12 de octubre, estando Fabiola embarazada de un mes y medio. El embarazo difícil implicó que Ricardo le pidiera a Fabiola que no volviera a trabajar pensando tanto en los cuidados para la recién nacida en un presente en donde la realidad y las condiciones físicas y materiales eran dificultosas: desde accidentes en la carretera de una vía que conectaba Alto Hospicio e Iquique, hasta el factor de tener que hacer inventarios los fines de semana con turnos que duraban cerca de 12 hrs.
“¿Dónde te iba a tener a ti acá en Iquique para luego pasarte a buscar e ir a casa?. Eso era lo que yo pensé cuando supe que estaba embarazada y por eso lloré tanto. Pensaba que te iba a sacrificar igual como lo hice con tu hermano y no quería volver a pasar por lo mismo. Por eso renuncié a mi trabajo en la Zofri luego de 11 años. Fue una etapa bonita para mí dentro de todas las cosas y eso que yo alcancé a estar en el fin del buen tiempo de la Zofri”.
Entre los recuerdos y explicaciones llegamos al módulo 36 que aún vende lentes Ray-Ban pero ahora pertenece a otra empresa ya que General Supply dejó de existir en algún momento que Fabiola ya no recuerda.
Un silencio habita entre Fabiola y yo. Las piezas se ordenan, le tomo una foto y ponemos fin al recorrido por la memoria con un abrazo. Volvemos caminando al auto para ir de vuelta a casa a almorzar y seguir con nuestra historia.
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